Ortodoxia vs Heterodoxia
La escuela tiende a homogeneizar todo (vaya sentencia para empezar). Me recuerda el cuento de “Cuadradito” (“Por cuatro esquinitas de nada”)
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No nos gustan los diferentes porque no hacen las cosas como es debido, como dios manda, como las hacemos los “normales”, los ortodoxos. Ser heterodoxo es tan atroz como ser siniestro en un mundo de diestros. Es una manera errónea de entender la igualdad. En vez de tratar a los diferentes como a sus iguales respetando sus diferencias y tratando de enriquecernos humanamente con ellas, se interpreta como conseguir que los diferente (heterodoxos) olviden lo que realmente son para igualarse a los demás (ortodoxos), “Cuadradito” debe ser “redondito” = ¿igualdad? Cuando fijamos un canon al que deben llegar todos por el mismo camino, no concedemos libertad para explorar otros senderos que pueden ser igualmente válidos e incluso más creativos.
Muchas de las innovaciones científicas, artísticas, etc. en nuestra sociedad (por no decir todas) han surgido de la heterodoxia de grandes hombres y mujeres que han sido capaces de salirse de lo establecido para encontrar otro punto de vista que ayudase a cambiar el mundo. Imaginemos que, como explica Daniel Pennac en “Mal de escuela”, pretendiésemos conseguir sólo primeros violines, se nos quedarían por el camino flautas, oboes, clarinetes, grandes músicos en potencia y, lo que es peor, nunca formaríamos ni escucharíamos una orquesta. Adiós a Bach, Mozart, Corelli y lo que más me duele…adiós a Telemann.
Nos empeñamos en que los alumnos vean la realidad a través de nuestros ojos, unos ojos hartos de ver, hartos de leer, que han sufrido mucho y que están cansados. Nos asusta o disgusta ver la realidad que aparece ante sus miradas limpias, risueñas, imaginativas, creativas. No queremos interpretar dicha realidad a través de sus ojos (“¿qué sabrán ellos?”) porque nosotros, que somos más sabios y experimentados, creemos poseer la verdad. ¿Por qué nuestra realidad es la auténtica y la suya no?.A menudo pienso en Don Quijote y me pregunto: ¿Estaba loco o era el mundo que le rodeaba el verdaderamente demente? ¿No sería que se asomó a una realidad menos triste y quiso cambiar su entorno?
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Nos empeñamos en que los alumnos vean la realidad a través de nuestros ojos, unos ojos hartos de ver, hartos de leer, que han sufrido mucho y que están cansados. Nos asusta o disgusta ver la realidad que aparece ante sus miradas limpias, risueñas, imaginativas, creativas. No queremos interpretar dicha realidad a través de sus ojos (“¿qué sabrán ellos?”) porque nosotros, que somos más sabios y experimentados, creemos poseer la verdad. ¿Por qué nuestra realidad es la auténtica y la suya no?.A menudo pienso en Don Quijote y me pregunto: ¿Estaba loco o era el mundo que le rodeaba el verdaderamente demente? ¿No sería que se asomó a una realidad menos triste y quiso cambiar su entorno?